Shark Tank, al estilo de Jocotenango: Cómo los estudiantes de El Patojismo convierten ideas en impacto
La sala bulle de expectación cuando los estudiantes pasan al frente con sus presentaciones en la mano. Los jueces se inclinan hacia delante, con sus blocs de notas preparados.
Bienvenido a Shark Tank, al estilo de El Patojismo.
En su tercer año, el concurso se ha convertido en un acontecimiento muy esperado en El Patojismo de Jocotenango (Guatemala), que ofrece apoyo y financiación a estudiantes con ideas audaces para que adquieran confianza y conviertan sus visiones en realidad.
Toda la acción se desarrolla en el Padnos Innovation Center, un centro dedicado a que los estudiantes aporten ideas, exploren y den vida a sus empresas. El centro lleva el nombre de Daniel Padnos, cuya visión y generosidad crearon el fondo para startups que proporciona a los estudiantes ganadores el capital inicial que necesitan para lanzar sus empresas.
Grandes ideas
Este año los jueces seleccionaron a tres ganadores, entre ellos Abigail Ortiz, que encontró la inspiración cerca de casa. Abigail vio la manera de ampliar el negocio de joyería de su padre creando La Casa de Cera Ortiz. Su plan: Vender moldes de cera personalizados, las intrincadas formas que se sumergen en plata para crear anillos, directamente en Jocotenango.
Abigail Ortiz consiguió financiación para su negocio, La Casa de Cera Ortiz.
"La mayoría de los artesanos tienen que viajar hasta Ciudad de Guatemala para comprar moldes de cera", dice el profesor Andy Zweber. "La idea de Abigail era suministrarlos localmente, con la opción de diseños únicos. Ella gestionaría el canal de ventas y aprovecharía la red y los contactos de su padre."
Abigail impresionó a los jueces y consiguió el apoyo necesario para lanzar su empresa.
Santiago Oliva encontró su idea en el mundo del deporte. Nadador y ávido atleta, se dio cuenta de que los competidores tomaban tentempiés especiales antes y después de las competiciones y decidió crear su propia versión.
Santiago Oliva presenta su idea para Impetu.
Así nació Suplementos Ímpetu, su barrita de proteínas casera a base de cacao, mantequilla de cacahuete, sal y miel. Nutritivas, asequibles y pensadas para deportistas como él, las barritas de Santiago llamaron la atención de los inversores. Tiene previsto añadir nuevas fórmulas y sabores.
También está Lunea, una idea de los estudiantes Deyuli Marroquín y Dylan Lee. Su propuesta presentaba accesorios hechos a mano -anillos, pulseras, broches- diseñados para adolescentes y jóvenes.
"A los jueces les gustó que exploraran quiénes son sus clientes", dice Zweber. "El producto aún no está ahí, pero sí el espíritu y la forma en que analizan los problemas".
Al igual que muchas nuevas empresas, Lunea aún está en fase de desarrollo, con planes de utilizar su inversión para perfeccionar su arte y marketing.
Lunea's Deyuli Marroquín y Dylan Lee con Andy Zweber.
Mayor impacto
Entre bastidores, Zweber desempeña un papel fundamental. Es profesor de iniciativa empresarial, asignatura obligatoria para los alumnos de noveno a undécimo curso. Los interesados en participar en Shark Tank trabajan con él durante meses para perfeccionar sus propuestas, desglosando los mercados objetivo, identificando puntos de venta únicos y calculando presupuestos. Aprenden a crear presentaciones, trazar canales de venta y solicitar cantidades de inversión realistas.
"Suelen fabricar sus primeras 50 unidades con el dinero de la inversión que reciben, y luego reinvierten los ingresos para fabricar las 50 siguientes, quedándose con una parte como beneficio", explica Zweber.
Cada año, tres jueces ajenos a la escuela -en esta ocasión, dos restauradores y un restaurador de muebles- se unen al jurado. Para los estudiantes, es la primera vez que se enfrentan a personas desconocidas del mundo empresarial.
La mayoría de las inversiones oscilan entre 300 y 1.200 dólares. Pequeñas para algunos, pero transformadoras para otros. "El impacto es mayor y puedes avanzar más rápido", dice Zweber. "Puedes hacer mucho más con mucho menos".
La primera ganadora del programa, hace dos años, lo demostró. Su champú de ingredientes naturales se vende ahora en un salón de belleza local y a través de la venta directa. Con 380 botellas vendidas con un beneficio de unos 5 dólares cada una, ha ganado más de 1.500 dólares, casi cuatro meses de un salario típico en Guatemala. Aunque por ahora sigue trabajando en un restaurante, espera convertir la venta de champú en un negocio a tiempo completo con la ayuda del modelo financiero de Zweber y un poco más de tiempo.
Historias como la suya demuestran que los estudiantes aprenden algo más que a obtener beneficios.
Los participantes del Shark Tank 2025 en el Padnos Innovation Center de El Patojismo.
"Se trata de un conjunto de habilidades diferentes, así que no son necesariamente los chicos que sacan buenas notas los que también son buenos en ventas y marketing", dice Zweber. "[Nuestros anteriores ganadores] han sido grandes modelos de conducta, y el programa empieza a alimentarse un poco a sí mismo. La habilidad fundamental del espíritu empresarial es resolver problemas, utilizar la creatividad, los recursos, la innovación, y esas son habilidades valiosas para todos, independientemente de la profesión."
Juan Pablo Romero Fuentes, fundador de El Patojismo, observa cada año cómo se despliega la creatividad de los estudiantes, y ve cómo su visión se pone en práctica, ya que las oportunidades para los estudiantes también conducen a economías locales más fuertes.
Como publicó la escuela en Instagram tras el concurso de este año: "¡La mejor inversión es en educación y emprendimiento juvenil! Las ideas, la creatividad y la visión de los estudiantes nos inspiran para seguir creyendo en lo que surge de la juventud!"
En Jocotenango, esas inversiones ya están dando sus frutos.
Presentación de la idea de Lunea.
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